
El reloj contaba los segundos,
en su interior, las espirales formadas por la caída sucesiva de los minúsculos granos
me atrapaba.
De repente, al sentir aquella sensación, tiré el reloj al suelo.
Los fragmentos de cristal y madera quedaron esparcidos por la habitación,
su contenido ya no le pertenecía, era más un universo de segundos ordenados
sometido al caos forzosamente.
Un caos que ordenar, un caos que entender.
Photo by Seamus
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